La trigésimo primera edición de la Jornada Mundial de la Juventud de 2016 ha transcurrido del 26 al 31 de julio en Cracovia, Polonia.
Contrariamente a lo que se cree, se celebra todos los años con ocasión de la Semana Santa, el Domingo de Ramos, en todo el mundo. Ahora bien, es cada dos o tres años cuando se realiza una concentración masiva en alguna ciudad, con asistencia del Papa.
La idea de realizar un evento de estas características, fomentando la difusión del Mensaje de Cristo entre los jóvenes data de 1975. Siendo Pontífice Pablo VI, aquel Año Santo, se organizó en la Plaza de San Pedro del Vaticano una concentración de miles de jóvenes, que culminaban el camino entre Asís y Roma, en el seno de la I Marcha Internacional de la Reconciliación Cristiana. La distancia entre Asís y Roma es conocida como el «Camino de San Francisco de Asís» y es una conocida ruta de peregrinación en Italia.
El acto fue un rotundo éxito de participación y decidió, entonces, dotarlo de una organización autónoma y periódica, alrededor del mundo. La primera edición tuvo lugar en Roma el 15 de abril de 1984 y fue presidida por Juan Pablo II. La mayor asistencia de fieles se registró entre los días 10 y 15 de enero de 1995 en Manila (Filipinas), cuando la décima edición acogió nada menos que a cinco millones de personas.
En España se ha celebrado dos veces. En Santiago de Compostela (cuarta edición), del 15 al 20 de agosto de 1989, presidida por Juan Pablo II; y en Madrid (vigésimo sexta edición), del 16 al 21 de agosto de 2011, por Benedicto XVI. En la presente Jornada de 2016 y, según estadísticas del Vaticano, han asistido treinta mil españoles.
Entre los muchos actos de una apretada agenda, Francisco ha dirigido un discurso a los fieles desde el balcón del Palacio Arzobispal de Cracovia, en el que se ha referido al matrimonio canónico.
Ante todo, el Papa ha destacado que el matrimonio supone un acto de «coraje» por parte de quienes lo contraen. El matrimonio es un acto que crea un estado de vida entre los esposos y un compromiso vital, por lo que los novios dan, acaso, el paso más importante de su vida. No todas las personas se atreven a avanzar en este momento decisivo por lo que se requiere, como señala el Pontífice, valor.
Pero Francisco llama la atención sobre el significado y capital importancia de tres palabras para el matrimonio, a saber:
— Permiso. Siempre preguntar al cónyuge, la mujer al marido y el marido a la mujer: ¿qué te parece? ¿Te parece que hagamos esto? Nunca atropellar, permiso.
— Gracias. ¿Cuántas veces el marido le tiene que decir a la mujer, gracias? ¿Y cuántas veces la esposa le tiene que decir al marido, gracias? Agradecerse mutuamente porque el sacramento del matrimonio se lo confieren los esposos, el uno al otro. Y esta relación sacramental se mantiene con este sentimiento de gratitud, gracias.
— Perdón. Es una palabra muy difícil de pronunciar. En el matrimonio, siempre, o el marido o la mujer, siempre tienen alguna equivocación. Saber reconocerla y pedir disculpas, pedir perdón, hace mucho bien.
Con estas palabras, el Papa no está sino recordando el carácter de comunidad de vida y amor que supone el matrimonio canónico, en el que cada esposo acepta y se entrega mutuamente al otro, que son los caracteres esenciales del vínculo conyugal que establece el Código de Derecho Canónico en el canon 1055.